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  • Foto del escritorLuis E. López

Tardes de lluvia en la ciudad

Actualizado: 30 mar

Creo que a todos nos ha pasado alguna vez, salir por la tarde a tomar el transporte público y caer víctimas del cambiante clima de la ciudad, buscar refugio, no encontrar lugar en el camión, terminar hecho una sopa y al final pescar un resfriado.

Pues algo así me pasó hace un par de días, excepto por lo del resfriado, pero vaya que cerca ha estado de ocurrir. Y como en todas las ocasiones en las que cometes errores, llega el momento de recapitular y ver que fue lo que falló, así que me puse a pensar... Cuando salí de casa el indicador de lluvia era inminente, debí llevar un paraguas y decidí no hacerlo, pero bueno, por lo menos agarré una buena chamarra que sirvió de impermeable y un gorrito de tela que me mantuvo calientito en todo momento y vaya que repelió el agua bastante.


Pero más allá de todo, quiero contarte en estas líneas algo que estuve pensando mientras permanecí alrededor de 25 minutos atorado entre una mar de gente que no podía salir de la estación del metro, pues la calle estaba totalmente inundada.


Resguardado de la lluvia y entre el calor humano, pensé que a mayor parte del tiempo no estamos preparados para situaciones adversas. Cualquier drástico cambio en la rutina nos detiene por completo. Y una tarde lluviosa, bueno de tormenta, es el claro ejemplo.


En mi caso, decidí no cargar un paraguas y cuando cayó la primera gota que después se convirtió en pequeños granizos que después se convirtieron en grandes hielitos que caían sobre mi cabeza, me terminé arrepintiendo, pero a pesar de eso no detuve mi andar hacia el destino, cosa que me aplaudo a mi mismo.


Pero alrededor, todos detenían sus vidas, solo esperando a que la calma hiciera acto de presencia, quizás para evitar el estrés y luego retomar su andar. Llegando a la parada del camión, la lluvia ya era incontenible. Incluso el aire arrastraba una ligera, pero fría brisa que obstruía mi visión con las gafas. Mi intención era continuar mi andar, esperar formado en una fila que cada vez se hacía más pequeña a la orilla de la banqueta a que pasara el susodicho transporte, mientras la mayoría se resguardaban bajo el techo de una estación cerrada y amontonados.


Más adelante, llegando al destino (una estación del metro que si estaba abierta), la calle se había transformado prácticamente en un río así que todos aguardaban dentro a la espera quizas, que de un momento a otro desapareciera y poder seguir su andar, obstruyendo el camino de quienes queríamos salir.


Y es aquí donde llego al punto que les mecioné unas líneas antes, no estamos listos para afrontar cambios drásticos en nuestras rutinas. Los trabajadores del metro se limitaban a vigilar desde sus puestos, la gente solo observaba la lluvia esperando a que mágicamente terminara y bueno la calle se inundaba más a cada segundo.


Nadie sabía realmente como actuar, algunos en la aglomeración se limitaban a sacar su celular y ver videos, otros más yacían detenidos esperando y los menos buscábamos abrirnos paso para salir.


Yo iba en búsqueda de mi novia, motivo suficiente para no permanecer ahí en la espera de la calma, otros quizás no tenían un motivo y esperar les resultaba la mejor opción.


Al final, a todos nos ha pasado llegar a casa "hechos una sopa", quitarnos la ropa empapada, meternos a la ducha calientita, ponernos alcohol en los pies (el remedio de las abuelitas que no puede faltar) y cenar una sopita para entrar en calor antes de ir a la cama. ¿A poco no?...

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